16 de marzo de 2018
16 de marzo de 2018
La planificación familiar no es un privilegio, sino un derecho. Así lo afirmó Babatunde Osotimehin cuando era director ejecutivo del Fondo de Población de Naciones Unidas (FPNU), en el 2012. No solo ayuda a escapar de la pobreza, dijo, sino que también es “uno de los medios más efectivos para empoderar a las mujeres”. Falleció el pasado mes de julio. Entidades internacionales, entre ellas las Naciones Unidas, llevan declarando durante décadas que elegir si se quiere tener hijos y cuándo y cómo hacerlo es un derecho humano fundamental.
Un derecho que se daña cada vez que una niña se queda embarazada, cada vez que a una mujer se le acusa de promiscua, o hasta de prostituta, por usar algún método, cada vez que es obligada a tener hijos no deseados, cada vez que se ve forzada a abortar en condiciones insalubres, cada vez que alguien le dice lo que tiene que hacer o le veta el acceso, aunque sea ella la que cargue, en muchos países, con las consecuencias de ese decisión, cada vez que un nuevo parto pone su salud al límite o la mata. Esta no es una lista de ejemplos teóricos: son historias reales recopiladas durante esta investigación, destinada a conocer cómo se ejerce este derecho universal y a qué barreras se enfrentan las mujeres para hacerlo.
Fanta Jatta es una de las personas que mejor conoce estos casos. Los narra en la sede de la organización Action Aid International, en Banjul, Gambia, donde dirige el programa de derechos de las mujeres. Para ella, además de los problemas de salud -para madres y niños- que provoca la falta de acceso a los anticonceptivos, hay algo más, algo elemental: quién decide y cómo. La capacidad de decisión libre para ejercer este derecho.
Necesitamos entender cómo funcionan nuestros cuerpos y poder tomar nuestras propias decisiones.
Porcentaje de uso entre mujeres (de 15 a 49 años y casadas o en pareja) que utilizan algún método
En , el método más habitual es .
En el mundo, los métodos más habituales son la esterilización femenina, el DIU y la píldora.
Pero su uso no es homogéneo ni entre países ni entre clases sociales. La situación económica, el contexto cultural, la distribución de las farmacéuticas y las políticas públicas condicionan los métodos más populares en cada país.
Uso de entre mujeres que usan algún método anticonceptivo
La esterilización femenina es el método más habitual en India (67%); además, destaca en México (49%) y muchos países centroamericanos, como República Dominicana (59%), Puerto Rico (47%) y El Salvador (51%).
La esterilización masculina tiene una implantación muchísimo menor y no alcanza porcentajes tan altos. Por ejemplo: un 30% de las mujeres en Canadá contestó que es el método que usan sus parejas. En Reino Unido ese porcentaje es del 25%.
El DIU destaca en estados asiáticos, con Corea del Norte por encima de todos: es el método que usa el 95% de las mujeres que quiere controlar su natalidad.
En China, donde el 48% usa el DIU, durante la época en la que estuvo vigente la política de hijo único, el gobierno obligaba a las mujeres a usarlo tras su primer parto. Ahora, se está ofreciendo a retirarlos de forma gratuita. En el resto del mundo es mucho menos habitual. Algunos médicos rechazan insertarlo por falsas creencias sobre su seguridad en mujeres que no han tenido hijos.
La píldora es prioritaria, entre otras zonas, en el norte de África y buena parte de la Europa occidental, pero no en España.
El preservativo masculino es uno de los métodos más habituales en países tan distintos como Botsuana (79%) y Grecia (49%), y en otros países entre mujeres no casadas que no tienen acceso a otros métodos más estables o permanentes. Es el principal método elegido como anticonceptivo en España (38%).
El método inyectable, también hormonal, es el favorito en África y buena parte del Sudeste Asiático. Para muchas mujeres es la solución perfecta si deciden usar anticonceptivos sin que se enteren sus maridos si ellos están en contra. No se nota, es fácil de administrar -un pinchazo rápido cada uno, tres o cinco meses- y no deja huella.
Los métodos tradicionales van desde la marcha atrás al control del ciclo, pasando por prácticas locales vinculadas a la religión o la magia. Estos métodos, muy poco o nada fiables, son mayoritarios en la región de los Balcanes
En Albania, por ejemplo, la marcha atrás es el principal método anticonceptivo para un 84% de mujeres.
En Gambia, muchas mujeres usan un método tradicional que recibe diferentes nombres y está realizado de diversas formas. Parten de lo mismo: se ata a la cintura una cuerdita, una rama, o un papelito con o sin frases del Corán, para proteger a la mujer de quedarse embarazada. Por supuesto, no tiene base científica.
Hasta ahora hemos hablado de aquellas mujeres que usan anticonceptivos. De las mujeres casadas o en pareja de 15 a 49 años, el 64% usa algún tipo de método.
Otro 24% quería seguir teniendo niños en el momento de ser entrevistada y, por lo tanto, decide no usar ningún método.
Pero el 12% restante son aquellas mujeres que quieren retrasar o frenar su maternidad pero no usan ningún método. Ni siquiera uno tradicional, como la marcha atrás. Tienen necesidades no cubiertas. Y ahí está el problema.
Puede ser que quieran espaciar los embarazos por razones de salud, para poder cuidar de los hijos de forma escalonada o por organización personal. “Todo empezó tras mi primer embarazo. Solo siete meses después volvía a estar embarazada. Entonces, cuando tuve a mi segundo hijo, decidí que no quería volver a pasar por la misma situación otra vez”, cuenta Jarra Joof, de Gambia, una de las mujeres entrevistadas para este reportaje. Fue entonces cuando se planteó usar anticonceptivos.
Puede que, simplemente, no quieran tener ningún hijo o no quieran tener más. “Siete es suficiente”, argumenta ahora, tiempo después de esos primeros partos, con 42 años. Las razones son muchas, pero las mujeres con necesidades no cubiertas tienen algo en común: han decidido no quedarse embarazadas pero, aún así, no usan ningún método.
Porcentaje de mujeres con necesidades no cubiertas
Ese problema, las necesidades no cubiertas, es mayor en algunos países del mundo que en otros. Apenas es relevante en China, mientras en Angola supera el 36%.
Pero, si distribuimos los países según su nivel de renta...
En los más ricos, como Estados Unidos, Alemania o España, el porcentaje de mujeres con necesidades no cubiertas es inferior al 15%.
En los países con menos renta, ese porcentaje supera el 30%
Japón y Arabia Saudí, pese a su riqueza, tienen necesidades al mismo nivel que países mucho más pobres.
Así, el porcentaje de mujeres con necesidades no cubiertas de los países menos desarrollados (21,4%) casi duplica la mediana mundial (11,5%), según datos de 2017 de la ONU.
Vamos a centrarnos en esos países en los que la situación es más complicada. ¿Qué barreras impiden a las mujeres el acceso a los anticonceptivos? Según el estudio Unmet need for contraception in developing countries: examining women’s reasons for not using a method, del Guttmacher Institute, que analizó 52 países, las principales son los efectos secundarios, la poca frecuencia sexual, y la oposición (ya sea propia o impuesta).
Esta barrera es la más importante en el global de países analizados y es la razón para no usar anticonceptivos de más de la mitad de las mujeres con necesidades en Haití, según nuestro análisis de los datos en bruto de los Demographic and Health Surveys (DHS) de la agencia de desarrollo de Estados Unidos.
La mayoría de quienes responden que no usan anticonceptivos por razones de salud, miedo a los efectos secundarios o porque afecta a los procesos naturales del cuerpo han usado alguna vez un método, según el estudio de Guttmacher. Esto es, saben de lo que hablan: sangrado excesivo o menor, náuseas, cambios en el cuerpo -engordan, les crece vello-, falta de libido, cambios de humor… La larga lista de efectos secundarios de los anticonceptivos hormonales no ayuda.
“Es necesario que haya mucho más progreso e investigación. Esto no es suficiente, sobre todo porque muchos de los métodos anticonceptivos se focalizan solo en la mujer, mientras para los hombres hay muy pocas oportunidades de ser activos en este sentido”, argumenta Mirjam Beck, una alemana de 27 años. En 2016 se frenó el estudio de un anticonceptivo masculino por sus efectos secundarios, muy similares a los que sufren las mujeres en la actualidad.
Sentía que cualquier tipo de anticonceptivo hormonal me afectaba tanto física como psicológicamente.
Y a ellos se suman las creencias no basadas en la evidencia científica, como que pueden dañar los ovarios, producir infertilidad o hasta dañar al miembro masculino.
En Pout, a una hora de Dakar, decenas de mujeres, la mayoría con niños en los brazos, esperan con los pies en la arena y bajo un toldo que les protege del sol, al ritmo de una música bien animada, que arranque el espectáculo. El imán también está presente.
Se preparan condones, todo el mundo se coloca, el DJ baja la música y Coumba Dieng, de la organización Marie Stopes, empieza su clase práctica sobre anticonceptivos.
Explica uno a uno los métodos, con ellos en la mano y un entusiasmo que aúna la firmeza de una arenga política y el choteo de un padrino de bodas.
La principal barrera para convencerlas del uso de métodos anticonceptivos son "los rumores, sobre todo los rumores", admite la maestra de ceremonias de esta particular clase práctica en las afueras.
La clave, según Alieu Jammeh, que trabaja en la UNFPA en Gambia, es que haya variedad, que se expliquen bien sus efectos para evitar la mala fama no justificada de algunos métodos y que cada mujer pueda elegir el que mejor se adapte a ella.
Otras aseguran que no usan anticonceptivos porque no tienen sexo de forma habitual, aunque en ocasiones responden -en la misma encuesta- que sí han tenido encuentros sexuales en el último mes. La sensación de riesgo, a veces, es menor que la real. En algunos países, las mujeres solteras pueden no responder de forma sincera sobre su actividad sexual para evitar ser señaladas. Para muchas de ellas, en público, el sexo no existe y tampoco los métodos anticonceptivos.
Al contrario de lo que ocurre con las barreras relacionadas con la salud de la mujer -los efectos secundarios que conllevan algunos métodos anticonceptivos hormonales, por ejemplo-, esta barrera no es reactiva, sino cultural. Es mayoritaria en países como Timor Oriental, Albania y Gambia. La mayoría de quienes nombran esta razón como la principal no ha usado nunca un método. Alguien, ya sea la propia mujer, el marido u otros, está en contra de su uso. Pero, ¿quién y por qué?
En la mayoría de casos, es la propia mujer entrevistada quien asegura oponerse. Teniendo en cuenta que solo analizamos las respuestas de aquellas que tienen necesidades no cubiertas -es decir, que no quieren tener más hijos pero pese a eso no usan ningún método anticonceptivo-, todo apunta a que su negativa puede ser de muchos tipos: por razones culturales, sociales, religiosas…
Aunque sus porcentajes son más bajos, la religión puede afectar también a la oposición de mujer y marido de los casos anteriores. Y no es un problema intrínseco a un credo concreto; todas las mayoritarias imponen barreras. En los ambientes más ortodoxos, es el imán, el cura o el rabino quienes deciden si se usan, o no, métodos. Y hasta cuáles.
Según Fanta Jatta, en Gambia “muchas mujeres no toman decisiones independientes, se toman en su nombre”. Ha conocido casos de mujeres maltratadas por sus maridos cuando descubrían que estaban tomando la píldora, y de otras obligadas a quedarse embarazadas cuando era un peligro para su salud. Momodou Njie, de la Family Planning Association en el país africano, cuenta historias de mujeres que acuden a la clínica a escondidas y dejan la cartilla allí por miedo a ser descubiertas. Para él, “la mayoría de las decisiones las toman los hombres, pero en algunos casos lo hace la mujer porque quiere salvar su vida”.
En Albania, país donde la marcha atrás tiene un porcentaje más alto de uso, es también en el que la oposición del marido supone la principal barrera al acceso. Le siguen Timor Oriental, Mali, Senegal y Afganistán.
La clave es quién toma esta decisión. Para Alieu Jammeh, de Naciones Unidas, es importante involucrar a los hombres para “minimizar la fricción” en el matrimonio. Pero, más allá de eso, “es derecho de la mujer tomarlo si quiere”.
Se sigue imponiendo la moral personal a la hora de atender a las usuarias”
La suegra, el padre, o hasta los servicios médicos o farmacéuticos, entre otros, pueden intervenir en la decisión de la mujer. La Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México (ddeser) realizó un monitoreo sobre cómo funcionaban los servicios de reparto de anticonceptivos con dos gobiernos distintos. Entrevistaron a responsables, médicos, funcionarios, usuarias… Y hasta acudieron a los centros como clientas fantasma. Encontraron clínicas en las que se niegan a dar condones a jóvenes y se acumulan allí “hasta que caducan”, denuncia Patricia Ortega; o donde no dan la píldora a mujeres solteras, por poner solo dos ejemplos.
Cada vez son menos frecuentes quienes responden que no conocen métodos o que no tienen acceso a ellos o cuestan demasiado, pero en el Oeste y el Centro de África estas razones “fueron nombradas por más de un 10% de las mujeres entrevistadas”, según el estudio de Guttmacher. En México, Patricia Ortega asegura que en la universidad hay “personas que no saben ni usar un condón”. Ante la pregunta sobre cuántas veces se puede usar un mismo preservativo, un 15,5% de los participantes en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición mexicana respondieron de forma incorrecta.
Pobreza no es solo la falta de dinero, o material, es también la falta del poder de tomar decisiones.
En Gambia, los anuncios en televisión promoviendo el uso de anticonceptivos fueron una revolución social hace ya muchos años, incluyendo conceptos como los Cool condoms, no sin críticas por parte de los sectores católicos.
En Europa hace tiempo que escasean las campañas de promoción de los anticonceptivos -excepto si las paga Durex-, y cada vez se invierte más en el fomento de la natalidad, ya sea a través de una campaña del Gobierno polaco para animar a sus ciudadanos a tener sexo o con los anuncios anuales del gobierno gallego en los que se apela a la “necesaria responsabilidad compartida” para traer más niños al mundo.
Y, ¿qué significa que haya necesidades no cubiertas? Que el derecho a planificar la reproducción propia no se cumple. Según la OMS, la planificación familiar reduce los abortos, especialmente los inseguros; refuerza el derecho para determinar el número de hijos y el tiempo para tenerlos y previene muertes tanto de ellos como de sus madres.
En 2012, 85 millones de embarazos en todo el mundo no fueron intencionados. Se trata del 40% del total y muchos de ellos acaban en aborto -natural o voluntario. Más datos: se estima que se realizan 25 millones de abortos inseguros al año, la mayoría de ellos en países en desarrollo. Con el riesgo que eso conlleva.
Y más: 830 mujeres mueren cada día por causas relacionadas con el embarazo y el parto. Casi todas ellas suceden en países en desarrollo. De hecho, la OMS estima que más de un tercio de esas muertes, en 2015, se produjeron en Nigeria y La India. O, dicho de otra forma: si vives en una región en desarrollo tienes una posibilidad entre 150 de morir en el parto; si vives en una región desarrollada, una entre 4.900.
Es una cuestión de salud pública, pero también de derechos. El de elegir de forma libre si se quiere tener hijos, cómo y cuándo.
Explora los datos y descubre las diferencias en el acceso a métodos anticonceptivos para mujeres de todo el mundo.
Selecciona un país
Datos de
El de las mujeres de entre 15 y 49 años usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
(necesita anticonceptivos pero no los usa)
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
El usa algún método anticonceptivo
Principal método:
(lo usa el )
El tiene necesidades no cubiertas
Principal barrera:
(afecta al )
Ayúdanos a seguir haciendo investigaciones necesarias como esta donando a Civio
Hazte socioCuenta con media partners como
Si quieres más información, colaborar con nosotros o republicar alguno de los artículos, escríbenos a [email protected]